Publicado en: 2020-03-06
La matria es una casa: una cama, una cocina, una guitarra apoyada en la pared, una hamaca para recostarse, un salón donde estar y charlar, plantas y personas y animales. La matria es el sostén y el descanso, el cuidado, la energía que se recarga, la palabra, la comida, el encuentro que sueña y ríe, la juntada donde proponer y organizar, la puerta abierta para quien llega.
Yo sé (y ustedes también) que nuestro sistema mundo es un sistema de patrias, no de matrias. Un sistema de visados y banderas y fronteras y exclusiones y “nosotros y ellos” y normas y permisos y violencias y legalidades (y así nos va).
En estos días en que se cumplen diez años desde que llegué a Colombia a vivir, hago conciencia, una década después, de la gran matria que ha sido ese territorio para mí y de todas esas identidades que he podido ampliar, entender, asumir, reforzar y expandir.
Me doy cuenta, también, de todas las pequeñas grandes casas en cuya construcción tuve la suerte de participar: el “Pequeño Paraíso”, Des.sujetadas, el ELCAP – Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Acciones y Prácticas Feministas en el 2011, la Tremenda Revoltosa Batucada Feminista, el X ELFAY (Encuentro Lésbico Feminista de Abya Yala) y su Escuela Lésbico Feminista en el 2014, Otra Escuela en sí misma y en cada una de sus formaciones o proyectos, Cardúmanas, Revista Marea… Por no contar todas las moradas que se componen en cada vínculo o relación personal profunda. Qué afortunada he sido.
Desde una mirada patria, mi vínculo con Colombia ahora mismo no existiría. No tengo visado, ni residencia, ni nacionalidad. Ni parientes de sangre o casamiento. Puedo ir como turista, pero ¿será que se puede ser turista en la casa de una? Desde la matria, Colombia es tan casa mía como Madrid o Barcelona. Siento sus procesos como propios y me hacen falta sus caminos y sus encuentros.
Las matrias permiten procesos, los gestan y alumbran. Las patrias los controlan y limitan. No gastaré una onza de mi energía en apoyar procesos patrios, sin embargo, construiré casas allá donde vaya. Quiero una “matria grande”, un sistema mundo de hogares: de recibimiento cálido, no de fría exclusión; de hermanas, no de extranjeras; de casas, no de fronteras.